A veces, te invade un vacío frío, seco. Ausencias no esperadas, aunque se esperen, despedidas planeadas, aunque no salga el plan...hace que ese vacío te inunde poco a poco como una lluvia fina, agradable y a la vez molesta.
Va creciendo irremediablemente y cuando te das cuentas tienes que convivir con ello, con esa ausencia que se llena con recuerdos, algunos inventados, porque todos los recuerdos no pueden llenar ese vacío. Y luego llega el olvido, que va devorando lo que en algún momento se construye con retales de historia. Un olvido tan corrosivo que incluso hace desaparecer el vacío creado, o lo esconde, o lo llena o lo devora.
Tal vez estos vacíos se vayan acumulando en algún lugar de mi conciencia preparándome para el gran vacío final, donde todo termina, o comienza de otra forma, qué importa. O tal vez siempre haya existido y reflote en el presente para recordarnos que existe.
Sin embargo, cuando en algún momento se crea o se recuerda, nos asiste un sentimiento extraño, no vivido, viviéndolo todos los días. Un abismo que aparece en el camino sin haberlo visto. Y entonces, debemos hacer un milagro para caminar sobre el oscuro y profundo abismo, creado de las ausencias queridas, de los adioses sin retorno, sin posibles holas ¿cómo estás?
Va creciendo irremediablemente y cuando te das cuentas tienes que convivir con ello, con esa ausencia que se llena con recuerdos, algunos inventados, porque todos los recuerdos no pueden llenar ese vacío. Y luego llega el olvido, que va devorando lo que en algún momento se construye con retales de historia. Un olvido tan corrosivo que incluso hace desaparecer el vacío creado, o lo esconde, o lo llena o lo devora.
Tal vez estos vacíos se vayan acumulando en algún lugar de mi conciencia preparándome para el gran vacío final, donde todo termina, o comienza de otra forma, qué importa. O tal vez siempre haya existido y reflote en el presente para recordarnos que existe.
Sin embargo, cuando en algún momento se crea o se recuerda, nos asiste un sentimiento extraño, no vivido, viviéndolo todos los días. Un abismo que aparece en el camino sin haberlo visto. Y entonces, debemos hacer un milagro para caminar sobre el oscuro y profundo abismo, creado de las ausencias queridas, de los adioses sin retorno, sin posibles holas ¿cómo estás?
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