Monday, June 02, 2008

Conectados

El individuo no es más que una mera ilusión. La existencia individual separada del todo sólo es un sueño tejido por mi consciencia que no deja de ser otra ilusión. Mi pensamiento deriva entre diferentes alternativas, pero el origen de todas estas ideas es una difusa imagen de diferentes aristas, diferentes personalidades que componen el caos interno que me define.

A mi consciente sólo llega aquellas olas del mar de mi inconsciencia, lo suficientemente poderosas como para tener entidad propia. Y todas estas identidades nacen de los influjos de mis cercanos, de las interacciones de mis semejantes que influyen irremediablemente en mi arcilloso inconsciente.

Hasta ahora me resistía a su influencia, ajeno al conocimiento que significa el hecho de que los que me rodean no soy más que yo. Vivía en el sueño de lo individual, de lo personal, de mi yo interior, de mi dios interno, de mi consciencia. Ahora, veo con cierta perplejidad como mi identidad fluctúa entre las diferentes relaciones que componen mi vida, los diferentes 'buenos días' que inician toda conversación y por tanto una nueva influencia dentro de mi interior.

Y los más intrigante es que todos somos ese mismo flujo. Tejemos entre nuestras conversaciones retales de personalidades, todas distintas, todas singulares y de alguna forma personales. Sin embargo, esta personalidad no surge de la voluntad interior del hombre, sino más bien de la diversidad de las interacciones que surgen en el mundo.

Puedo ver como todos estamos unidos por un gran manto tejido a través de nuestras acciones, un 'patchwork' definido por nuestras pequeñas pasiones definiendo esa gran personalidad que es el inconsciente colectivo. Y así, entre los pequeños inconscientes y el gran inconsciente colectivo nos definimos como humanidad.