Tuesday, April 26, 2011

Suite nº1 de Bach

Prefacio

Me deberán perdonar los entusiastas de Cortázar, en los que me incluyo. Intentaré ser un mediocre aprendiz de sus maestrías a la hora de describir aquello tan indescriptible e intangible como es la música. Experimentaré con las palabras para que describan los paisajes interiores que descubro gracias a esa grandeza creada con simetrías, ritmos y estructuras más allá de la conciencia cotidiana.

Preludio

Toda vida consta de instantes sucesivos que describen un flujo desorientado, o con una orientación oculta a nuestros sentidos, que es otra forma de definir la desorientación. Todos ellos los podemos captar en un singular tapiz que con los años, los menos relevantes vamos obviándolos, confeccionan una especie de tejido que nos define como un paisaje indefinido en sus bordes y siempre cambiante. Sin embargo, de vez en cuando sucede algo que se graba en nuestra memoria como una singularidad concisa, como un parche que contrasta con el fondo cotidiano.

Vagabundeaba entre cuadros intentando percibir si podría descubrirme en alguna sensación que ocasionalmente y con toda intención, los pintores pretenden provocar con ese juego que denominan Arte. En esta ocasión era una colección de varios artistas que otro, un músico, había ido reuniendo con el único criterio de su satisfacción como contemplador. Sin embargo, la epifanía no surgió esta vez entre colores y formas. Las simetrías serían de otra índole.

Había una gran pantalla en el centro de la sala. Un violonchelista estaba preparado para ejecutar una pieza. Se hizo el peculiar silencio que precede a toda interpretación y el solista inspiró.

La emoción.

Sonaba como un río, como un manantial de gozo que se derramaba delante de mí como si surgiera de un arcano que por fin se nos manifiesta con todo su secreto en nuestro pensamiento. Exhibía sus perfectas simetrías que al juntarlas creaban nuevas regularidades de mayor complejidad, construyendo sucesivamente fractales recursivos que mostraban todo tipo de mágicos conjuros. Se podía escuchar cada nota independientemente y descubrir su propio protagonismo dentro de un conjunto sin romper la estructura coral. Una tensión equilibrada y creadora entre individuo y conjunto, definiendo en varios niveles todo tipo de complejidades abstractas. Y todo debatiéndose entre la creación y la muerte, entre revelarse o perecer, en una linea de tiempo que se curvaba ante tanta majestuosidad. Todo ello corriendo hacia una dirección precisa, un objetivo concreto sintiendo el tiempo en su torrente antiguo, fluyendo, fluyendo. Así, sentía como mis genes se incorporaban a ese torrente eterno que es la inmortalidad, sometiendo, por fin, al tiempo. Hasta que al final, en un éxtasis de sensualidades y nuevas verdades, entre lo sexual y lo divino, terminar en un estrepitoso silencio.

Final.

Quedé inmóvil, sin aliento, reteniendo la respiración que es como a veces puedo parar el tiempo, asirlo entre mis manos con fuerza, e intenté permanecer en ese instante eterno, único, saboreándolo, y que ya iba quedando en el pasado. Zurcí fuerte este momento como un parche que nunca olvidaría a ese tapiz que es mi vida, para contemplarlo cuando esté al borde de la tumba y recordar y decir: Sí, viví.