Wednesday, December 16, 2009

Rodin y sus monstruos esenciales

Admirar los monstruos de Rodin te contecta con la parte más primitiva de tu interior. Esa parte que tenemos olvidada, más bien escondida, entre toda la sofisticación y artificialidad que nos rodea. Observar los movimientos joviales de Pan, algunos centáuros y otros animales del imaginario colectivo nos recuerda que existe un mundo del que nacimos unido a la naturaleza.

Aquí no se retrata la monstrousidad de la deformación, de lo real difuminado entre las mentiras y las malas intenciones, de la doble moral y la ciega creencia de creerse en la verdad a costa de la vida del prójimo. Nos expresa la bella monstruosidad de los primeros pasos de la evolución, la búsqueda de la perfección por encima de la propia identidad, dejándola con cada sucesiva metamorfosis, aunque en algunos casos no sea siempre así: el error forma parte de la aventura.

Así podemos encontrar formas entrecruzadas, mezcladas entre varias posibilidades como hadas, mujeres aladas donde se representa la feminidad de la libertad creadora, centauros donde la masculinidad y la nobleza del caballo se combina con toda perfección, o los sátiros que nos recuerda que debemos divertirnos en los placeres del sexo jugando con nuestros deseos.

Es un mundo de monstruosos esenciales, semillas de creación que albergan toda esperanza, todas las posibilidades entrelazadas en una misma esencia, en un mismo instante de tiempo.

Thursday, November 05, 2009

Viviendome a mi lado

Me di cuenta de repente. Empezó el día como otro cualquiera pero al final, fue distinto. Tan distinto que por su naturaleza podría estar escrito en un diario personal, si tuviera uno y escribir algo así: Yo estaba ahí y no aquí. Y eso hizo el día especial.

Mi cuerpo vivía. Lo puedo afirmar porque respiraba, comía, se movía, cagaba... Pero, yo no estaba dentro. Yo estaba al lado. Simplemente miré a la izquierda y allí estaba, fuera de mí o tal vez yo fuera de él.

Al principio, me recorrió un escalofrío por toda mi espalda (lo supe porque vi como mi espalda de la izquierda se erizaba) y sentí en mi interior una fractura paralizante. Inmediatamente después, comencé a hacer todo tipo de preguntas: ¿Cómo ha pasado?¿Qué he hecho para merecer esto?¿Qué significa todo esto?¿Cuándo volveré a mi cuerpo?... Por último, vinieron los sentimientos: consternación, asombro, miedo, incertidumbre, reír por no llorar, llorar por no reír... Y por último, vino la penosa aceptación. La aceptación que uno necesita para seguir adelante, pero que en el fondo de uno mismo, se rebela al mismo tiempo.

Pero todo cambio nos precipita hacia una nueva vida que nos asusta, nos encoje, todo porque nos desconcierta. Sin embargo, después de haber vivido así durante un tiempo, concibo mi nueva situación desde otra perspectiva. La disyuntiva de estar ahí y aquí, hace que mi vida resulte más enriquecida. Me hablo continuamente, a veces discutiendo, otras hablando animadamente, de vez en cuando me bromeo, pero sobre todo me escucho. Y esto es lo que hace que mi nueva vida sea tan nueva, tan desconcertante, tan... tan conectada.

Ahora no sólo me escucho a mí, sino que la escucha se ha convertido en un valor mucho más interesante de lo que pueda parecerme en un primer momento. Escucho a las personas , no desde la posibilidad que tengo de hacerle la contra, sino desde la posibilidad de entablar una relación sinérgica, empática, condescendiente, amable. Y cuando escuchas de ese modo, empiezas a escuchar no sólo a las personas, sino también a todo el universo que te rodea.

Ahora me vivo completo y recuerdo con cierto desagrado mi vida anterior: ¿Cómo no me dí cuenta antes que escuchar es la primer paso para conocer? Como explorador que soy de ésta, mi vida, la escucha me ha dado la posibilidad de explorar este mundo de una forma mucho más fascinante. Todo cambio nos precipita a un nuevo universo y la forma de ese universo lo configura la facilidad que tengamos de desechar lo que no necesitamos.