Thursday, July 29, 2010

Fluir

Respiro conscientemente, unido a un hilo de vida, un sutil y frágil canal que me conecta a este universo donde vivo, combinación creativa de quarks. Así, asciendo levemente desde el fondo de mi inconsciente hasta los bordes de mi consciencia, intentando vivir otros mundos, otra realidad sin palabras, sólo formado por puro verbo. Y aquí experimento esa sensación que me ha acompañado toda mi vida, oculta entre la marea de pensamientos que forma mi no-ser: fluyo.

Fluyo con el tiempo de mi existencia, acompasado en una variedad de ritmos. Unas veces definen sinfonías serenas y me derramo con el compás del momento puro presente, donde los planes dejan de existir y los recuerdos pierden el sentido, porque forman parte de otro yo transmutado. Otras veces, el ritmo es destructivo, arrasando todo producto de equilibrio, transformándome más humano, y después más simio. Es un ritmo donde mis átomos luchan con un odio mutuo donde desean acabar con la existencia del prójimo, olvidando que se necesitan para existir. También fluyo con los ritmos entrelazados de los opuestos, desconcertado, sin objetivo, dejándome llevar. Y así, con diferentes ritmos, ora sublimes, ora ruinosos, emano producto del tiempo.

Fluyo con los semejantes que me rodean, trazando una red de influencias mutuas, de sentimientos que forman un tapiz de voluntades comunes interdefinidas. Así, me difumino en la trama colectiva, a veces con objetivos individuales, a veces de forma inconsciente, dejando en la red mis propios ideales y estos a su vez influenciados por los comunes. Confieso que existe una obstinación propia en influir en la red, pero el flujo es vasto e intenso y con la edad comienzo a pensar que toda esta influencia individual es mínima, exigua. Sólo me queda la insistencia de la gota de agua cayendo sobre la roca y que con el infinito tiempo de su parte, es capaz de moldear idearios irregularidades, transformado por el fluir del infinito.

Fluyo en mi mismo, entre los pensamientos que emergen desde los estratos más profundos de mi interior y los que se crean de mi percepción, buscándome, observándome desde el acantilado de mi consciencia moldeada por esta corriente entre mi interior y mi exterior. Así, me vivo en perpetuo dinamismo, cambiándome de forma, descubriendo que la mutación de mi estructura es lo que hace que tenga esta sensación de vida.

Y así entre diferentes flujos, confluyendo en la singularidad que soy, descubro que mi vida no es un río que pasa, sino más bien, una red fluvial con sus diferentes objetivos, trazado en un equilibrio ecológico, vivo. Como simio-humano que soy, a veces me descubro intentando someter estos flujos a mis deseos, y no consigo otra cosa que desestabilizar el equilibrio natural establecido por el entrelazado de influencias. Así, el sufrimiento emerge de mis apetitos caprichosos, de mis voluntades de simio y se empecina en reinventar los trazados naturales de los flujos y reflujos. Hasta que un día, en un instante donde salto de simio a dios, me hago consciente de que la libertad no surge de la realización de mis pretensiones, sino de nadar entre todos estos flujos: viviendo los ritmos adecuados, disfrutando de las personas que me acompañan y viviendo intensamente mi interior poroso.