Wednesday, February 24, 2010

Otra forma de ver las cosas

Llegado hasta aquí, puedo ver la vida desde otro punto de vista. Sí que es una lástima que tengamos que vivir tanto tiempo para darnos cuenta de que todo este circo no es, ni será, lo que hemos trazado con nuestra filosofía. Por mucho que nos digan, por mucho que leamos, que conversemos... no somos conscientes de todo lo equivocado que posiblemente estemos. Y sin embargo, todo este esfuerzo es necesario para poder llegar hasta aquí. Son esas cosas de la evolución: millones de años creando una mente semivacía para que el cosmos pueda explorar nuevas posibilidades, nuevas formas de pensamiento, nuevas formas de experiencias.

Al principio, me imaginé como un todo, como una única consciencia que analizaba el mundo que me rodeaba. Experimentaba la vida reconociéndome en mis pensamientos, en la particular forma de enfrentarme a los problemas, en mis creencias recolectadas en el transcurso del tiempo vivido: la vida fluyendo desde la profundidad de mi voluntad hacia el universo.

Después de algún tiempo, esta idea fue cambiando. Observé la influencia ejercida sobre mí de las personas que me habían acompañado en mi sino. Veía como el fluir de los años compartidos habían ocasionado efectos en mi interior, reinventándome a cada instante, a cada conversación mantenida con los que me rodeaban. Descubrí como los motivos que antes me definían no era tanto gracias a las reflexiones obtenidas de mi capacidad analizadora, sino de la información, experiencias, impresiones y pensamientos que mis semejantes irremediablemente, habían compartido conmigo, dejando su huella en mi interior. Podría imaginar que esa influencia la tamizaba a través de mis gustos, de mi raciocinio consciente... Sin embargo, la corriente no iba de mi razón a mi sinrazón, sino más bien todo lo que me rodeaba impactaba como un meteorito en mi inconsciente, creando ondas expansivas hasta llegar a esa parte consciente, equivocadamente autodefinible. Era, en definitiva, un producto hecho de retales, de trozos de vida que comparto con otras personas.

Hoy, irónicamente descubro la totalidad de la situación. Veo la gente que ha venido a mi velatorio y contemplo la influencia que he ejercido sobre los que me han rodeado. Todo es obra de esa parte sin forma que define mi alma más allá de definiciones. Escucho en bocas de otros, con cierta curiosidad, mis propios pensamientos, que no son tan propios, mis experiencias, que son colectivas y la influencia que han ejercido sobre los demás. Incluso, hay personas que recrean partes de mi vida que se me habían olvidado, o tal vez nunca existieron, salvo en la memoria de los que existieron en el mismo tiempo. Todo ello no son más que impactos de mis acciones sobre la mente de las personas que me acompañaban. Al final, ellos también son retales de vidas compuestas por mis propias experiencias.

Así, en estos último segundos que me da la naturaleza antes de desaparecer, antes de que todo termine, puedo ver el conocimiento captado por mi cerebro y vertido sobre otras almas que me han rodeado, reviviendo cada vez que alguien me recuerde hasta que caiga en su olvido. De esta forma, dejaré en este universo lo que desde mi nacimiento el propio cosmos andaba buscando: llenar mi mente semivacía para poder explorarse.